(...) Cuando te penetraba esa tarde, en ese estado de ensueño que no se si será por el placer agobiante o la oscuridad, o quien sabe que factor psicofísico resultante del sexo, tu vagina era el tronco hueco de un húmedo y frondoso árbol ancestral de un bosque de fantasía digital y mi pene era un duende gordo y casi ciego que vivía en su interior. Pixelado árbol lleno de raíces retorcidas, nudos, brotes, musgo. Grueso como esos ombúes donde viven las hadas.
Y el duende no vivía allí en realidad, entraba y salía o no, simplemente estaba y algo tenía que ver con la luz de vela que salía desde adentro de la base del árbol.
Tomo conciencia de esa extraña imagen onírica en el instante mismo del orgasmo, como si acabar fuese despertar. Como cuando te quedas dormido por segundos en el colectivo y te despertás en algún sacudón de frenada y te das cuenta que lo que creías era real era un sueño de lo mas desopilante con tema "El Colectivo", sueño de instantánea olvidación. Y me acorde de los viajes a la costa y los videojuegos, creo que había unos duendes así en el Golden Axe (...)
Yámana
-
4 Lupe abría la heladera cada cinco minutos para cerciorarse de que la
media docena de huevos siguiera ahí, en la esquina del estante, esperando a
ser l...
Hace 5 años