viernes, 25 de diciembre de 2009

Fliegenwerg


Sandra aplaudió fuerte por arriba del cerco pintado de celeste que limitaba la entrada al jardín de la casa de Dios.
-¿Sí?
-Me mandan de la iglesia-
Dios se acercó al cerco y miró desconfiado a Sandra, que traía un cochecito de bebé con su hijo discapacitado de treinta años, Pablito.
-Pase, adelante- dijo mientras levantaba el ganchito de fierro y abría el portón.
-Gracias, que tal, yo soy Sandra- se presentó así la mujer y siguió al viejecito semicalvo, arrugado y frágil de encorvado andar. Cruzaron el huerto por un senderito de grava, esquivando arbolitos frutales, enanos de jardín y macetas con flores hasta llegar a unas reposeras y sillas de mimbre que esperaban bajo un techito de chapa en el umbral de la casa chorizo.
-Siéntese señora ¿gusta algo de tomar? ¿algo para el nene?- Dios hablaba con la garganta seca y abría la boca apenas, como aquellas personas avergonzadas por el mal estado de sus dientes, pero en este caso se trataba de una especie de reuma en la mandíbula. Sandra miró a Pablito que babeaba y supuso que tendría sed.
-Bueno..., agua para mi hijito está bien, y si usted toma mate, yo lo acompaño.-
Dios corrió la cortina de tiritas de colores y se metió en la casa. Sandra, mientras esperaba ojeó el lugar. Un par de gallinas marchaban por el patio delantero y cada tanto aleteaban levantando polvo, el sol de zona sur animaba a las cigarras a cantar más fuerte y las moscas se enroscaban en pequeñas riñas sobre la fruta caída al pie de los árboles, algunas se posaban sobre el niño adulto y su madre las espantaba con la mano. Al rato, el Señor volvió con la pava, el azúcar, el mate, y con un vaso de plástico con agua.
-Dígame ¿Qué la trae por acá, señora?- Sandra le mojaba la boca a su hijo mientras pensaba como ordenar las palabras, que eran muchas y se le atascaban en el pecho.
-Sí, le cuento- Dijo suspirando -Pablito tiene esta enfermedad degenerativa que se llama síndrome de Fliegenwerg, no habla, no crece, no puede caminar; bueno, ya lo ve. Yo Señor soy muy devota. Siempre fui a la iglesia para rezar por él ¿vio? Desde que nació. Y la verdad es que a veces mejora, pero en general está cada vez peor. Le hablé al padre Juan, un muchacho excelente, él me habló muy bien de usted. Le lloré porque, para serle franca, y no se ofenda por favor, yo a usted no lo veo nunca por allá, y le rogué que me dijera donde estaba realmente, ¡donde lo podía encontrar! y apiadándose de mí, me pasó su dirección -Los ojos se le llenaban de lagrimas y la voz se le aflautaba a esta madre abatida por el destino -Disculpe que venga acá a molestarlo. Yo se que debe estar muy ocupado, que muchos deben querer verlo, reclamar cosas, pero le imploro misericordia. No sabe cuanto me alegra encontrarlo y que tenga un minuto para mí. Vengo de muy lejos y necesito que me lo cure…, por favor Dios.
-Me conmueve, pero yo no puedo hacer nada por su hijo señora, lo siento mucho- El altísimo chupó de la bombilla y medio que se quemó. La mujer quedó boquiabierta.
-¿Cómo…? Pero…
-¿… Fliegenwerg dijo? Yo le voy a pasar la dirección de un endocrinólogo muy bueno que no cobra caro que…
-¡Me la paso de médico en médico!- interrumpió la madre -Todos esos profesionales me dicen algo diferente, me gasto fortunas y ninguno puede hacer nada. Los remedios, tratamientos alternativos, tratamientos radicales, nada le funciona, Pablito sólo empeora, no doy más ¡Usted es todopoderoso! ¡Usted puede ayudarme! ¡Ayúdeme!- Imploró Sandra.
Dios la miró fijo y dejó el mate a un lado, haciendo una pausa, para luego exponer su argumento.
-Le voy a explicar una cosa señora, un ser todopoderoso acarrearía contradicciones lógicas insalvables, su existencia es imposible. Imagine por un instante que yo mismo pudiera crear una piedra tan pesada que ni yo la pueda levantar...entonces ya no sería todopoderoso, y sí no pudiera crearla… tampoco lo sería ¿No leyó a Bertrand Russell? – Sandra movió su cabeza hacia los lados, pero Dios no esperaba respuesta y continuaba hablando mientras espantaba una mosca de su frente.
-Yo no soy todopoderoso señora, mi existencia está también atada a las leyes del universo que yo creé. A su hijo- dijo señalando al atrofiado que yacía en su cochecito rojo -lo tiene que ver un médico, ellos le pusieron nombre a esa enfermedad y saben lo que es, no yo. Yo ni siquiera le puse el nombre “enfermedad” a la enfermedad ¿A cuántas de ellas vemos hoy en día pasarse al bando de lo denominado sano y viceversa? ¿Tengo yo alguna responsabilidad en eso?
-Pero…- balbuceaba la mujer, que no entendió ni una palabra a partir de que el viejecito dijo ‘lógica’. - ¿Y su hijo? ¿No hizo milagros? ¿No curó a los lisiados?- inquirió entonces esta madre a un Dios que empezaba a esbozar una sonrisa burlona.
-¡¿De qué hijo me habla señora?!- Sandra se puso roja, metió la mano entre sus tetas y apretando el rosario que le había regalado su nuera contestó:
-¿Cómo ‘qué hijo’? El único: ¡Jesucristo! ¡Jesús! ¡El buen pastor! ¡El cordero de Dios! ¡El camino!-
El santísimo padre se largó a reír a borbotones y su risa se mezclaba con una tos perruna horrible. Y súbitamente calló, disponiéndose a sacar a la mujer de su confusión.
-Cof, cof…Usted se sorprendería de la cantidad de “cristos”, de “buenos pastores” y “alfas y omegas” que existieron desde tiempos remotos, querida, a ver… Dionisio, Mitra, ¡que se yo!… Y la cantidad de Judíos que se atribuían la condición de Mesías en tiempos de la vieja Galilea, ¡uf! ninguno fue hijo mío. Es más, ese muñequito ensartado en un palo que tiene acá- dijo tomándole la cruz con desprecio. -este muñequito ni siquiera hace referencia a una persona de carne y hueso…-
-Bueno, es obvio, era mitad hombre y mitad divino- Se adelantó a decir la mujer, arrancando el crucifijo de las huesudas manos de Dios.
-…No, no- corrigió éste -me refiero a que es solamente un símbolo, señora. No hubo cruz, no hubo virgen preñada por supuesto, ni resurrección, pero ni siquiera…- Enfatizó –ni siquiera existió un Jesús de Nazareth humano. La figura de Jesús es un rejunte de mitos antiguos. Un delirio de ese imbécil de Pablo De Tarso y unos cuantos plagiadores más. Toda esa poesía en el fondo es ¡un cambalache! ¡¡argghcof, cof, cofff!! Perdóneme… ¡esta tos!… Bueno, no voy a explayarme en contarle más sobre leyendas de dos mil años, pero esta claro que la gente quiere creer en cualquier cosa.-
La ingenua Sandra no salía de su asombro e indignación. ¿Era Jesús abandonado una vez más por su padre?
- O sea que… ¿los Judíos hacen bien en seguir esperando al Mesías…?
-¡Sí, sí! …¡¡Que sigan esperando!! Jajajjajju, uuhhgggcoff, cof, coff ¡cooooffgggbrmmm!- El Señor corrió al pasto y escupió más o menos una cucharada de espesa flema al lado del naranjo. Las moscas hacían círculos en el aire de la alegría.
Sandra se sentía burlada y empezó a creer que se había confundido de dirección y que estaba en realidad frente a un viejo delirante, pero el padre Juan se la escribió bien clarito con letra imprenta: “CALLE 848 Nº 412, SOLANO, AL LADO DE UN CIBER, CERCO CELESTE” Sandra repasaba esto mentalmente hasta que Dios habló.
-…Es acá eh, el padre Juan se lo indicó bien, aunque hace una semana que el ciber es una remisería.- Dijo mientras se prendía un cigarro. Sandra había permanecido callada y al ver que este hombrecillo adivinaba sus pensamientos, sintió su rostro rechoncho y pálido brillar una vez más.
-Usted… Dios, lee el pensamiento ¡milagro! Perdón por dudar, perdóneme se lo pido- Dijo la doña con una lágrima sobre el cachete y apretando fuerte el mate de cuero.
-Sí, sí, escucho pensamientos, plegarias, rezos…, de todo, bah.
La madre del discapacitado olvidó por un momento el por que de haber ido hasta allá desde tan lejos, atravesando en una matinal peripecia todo el gran Buenos Aires con un pesado hijo inválido a cuestas; cruzándose a las seis de la mañana con Jorge, el almacenero que escupía guasadas de borracho a la salida del Tropicana; tratando de ignorar a esos pibes de rulitos que subieron al tren en William Morris y se reían de Pablito; más tarde cayéndose por una frenada que el colectivero se mandó en la avenida Calchaquí, lo que le valió una discusión fea; y finalmente las quince cuadras empujando el frágil cochecito por las calles de tierra de esa localidad perdida en el mapa… Por alguna razón se olvidó de sus propios pedidos a Dios y recordó en cambio los de su querida amiga.
-¿Usted escucha lo que pide mi amiga Inés?
-¿La del juicio?- Preguntó Dios, cigarrillo en mano.
Entusiasmada por la confirmación, Sandra asintió y buscó su teléfono celular.
-Tengo que llamarla, discúlpeme un segundo, gracias.- Sandra marcó un número y se puso a hablar con un tono religiosamente infantil.

-Hable.
-Hola, ¿Inés? ¿Cómo estás?
-Hola Sandra, mi vida ¿todo bien?
-Sí, sabes que te quería decir, que ya te va a salir el juicio ¡Dios te escucha cuando pedís, Inés!
-Yo sé Sandra, yo sé que escucha, el escucha todo, yo tengo fe que me escucha…
-No, no…, pero no tienes que tener más fe, ahora lo comprobé yo misma en persona, ya no es necesaria la fe, ahora lo sé simplemente, él escucha nomás…
-¿Cómo que no tenga fe? no te entiendo Sandra… ¿Dónde estás…?

Sandra colgó confundida por la pregunta y miró la expresión adusta del viejecito.
-No se confunda señora, yo escucho, sí…, pero no soy abogado, no voy a poder solucionar ningún juicio que su amiga tenga. Aparte, si es por la fe, el dueño de la empresa que la despidió reza tanto como ella por no perder la contienda.-
Sandra volvió a palidecer. Ahora estaba enojada. Una cosa era dudar que este anciano decadente, achacoso y con catarro sea Dios, y otra cosa era darse cuenta que, de hecho, sí lo era y estaba así, decrépito y cruzado de brazos ante todo reclamo.
-¡Usted es un canalla! ¡Levántese y vaya, haga algo! mande a su hijo, hable a las masas..., no sé ¡ayúdenos en algo! ¡¿No tiene corazón?!
-Pero ¡¿Qué me viene con lo del hijo de vuelta?! Usted no entiende nada…– Dios hizo una mueca de sarcasmo.
-¡Cobarde, viejo miserable! ¿No puede ni siquiera responder a las injusticias que sufre una simple mujer desamparada? ¡¿Que esperanza queda para el mundo que se esta yendo a la mierda?!- Sandra estaba toda roja de indignación, se levantó y se dirigió hacia la vereda decidida a irse.
-Pero ¿Quién se cree que es usted?- bufó el Señor -¿Usted cree que puede venir y darme órdenes, insultar a Dios así nomás? ¿Usted se cree que soy una especie de político electo que está por encima suyo pero a la vez a su servicio? …Mis motivaciones están más allá de la razón humana, señora ¡me cansó! ¡Váyase de acá!- Le dijo, aunque ella ya estaba yéndose. Pero al escuchar esta orden, Sandra cambió de parecer y se detuvo, a lo cual la deidad, enfurecida dijo:- ¿No me escuchó? ¡Fuera blasfema!- E intentó arrastrarla hacia fuera por el caminito del huerto a duras penas, porque Sandra era gorda y más fuerte que él. En la sombra, cubierto de moscas esperaba Pablito en su cochecito. Había sido olvidado por su madre y por Dios que forcejeaban entre las plantas.
-Con eso me quiere decir que “Dios actúa en formas misteriosas” ¿no? jaja, ¡que salida fácil que se le ocurre viejo farsante!- Se burló Sandra y continuó -¡Ahora me quedo! Me vengo desde José C. Paz para verlo, si no puede ayudarme, merezco por lo menos algunas explicaciones, carajo.-
Las moscas danzaban con su bzz bzz sobre Pablito, que retorcía la cara llena de baba, los dípteros volvían negra la remera del muchacho.
-Está bien- murmuró el anciano, recuperando el aliento -¿Qué quiere saber? A ver, dígame-
Sandra se relamió enojada y sólo para molestarlo, habló rápido y dijo lo primero que se le ocurrió.
-¿Que pasa cuando nos morimos? ¿Que hay después de la muerte?
-Ah, las grandes preguntas…- El viejecito cerró los ojos un breve instante, agitado aún. Y lanzó una lúcida respuesta.
Fácil Sandra, lo que usted considera su existencia, digamos: su “alma”. Esto es, pensamientos, emociones y sensaciones; consiste, diciéndolo sin rodeos, en complejísimas interacciones electroquímicas que ocurren en su cerebro constantemente. Esto trabaja de manera ininterrumpida durante toda su vida. Su ser y su concepción del mundo no escapan más allá de los límites de su sistema nervioso ¡lo que no es poca cosa, ojo! Se sorprendería usted de las capacidades ocultas que posee su cerebro, sin embargo, este órgano pensante no es mágico. A lo que voy es que su “yo” se terminará allí, donde se apaga ese ir y venir de destellos entre neuronas, por lo tanto también allí se terminará su vida. No hay nada que se guarde para después, nada perdura más que en el recuerdo de los cercanos.- Dios mostraba gran pasión y se sentía rejuvenecer hablando de estos temas, olvidando que hacía unos momentos estaba reticente a conversar con la mujer, cuya curiosidad crecía.
-Pero... ¿no hay recompensa celestial…, castigo infernal…?- preguntó Sandra con expresión trágica.
-No, para nada.- contestó el Altísimo -El ser humano fue quien inventó los términos “recompensa” y “castigo”, no yo. No existe el alma independientemente de la acción de estar siendo uno mismo, por lo tanto no hay nada a que recompensar ni castigar en los cielos o el infierno, que yacen vacíos. ¡Por Mí! ¿No se da cuenta de lo trabajosamente absurdo que es tratar de concebir la idea de tales lugares? Nuestra mente, como parte del cuerpo y no ajena a éste, está concebida para lidiar con la vida terrenal; no sólo es técnicamente imposible existir sin cerebro, sino que, una vida en el éter no tiene ninguna razón de ser, ni siquiera en el mundo real lo tiene más que en el sentido que tiene un camino que se recorre a sí mismo. Por supuesto, hablando de un motivo “a priori”, o sea otorgado por mí hacia ustedes y no formulado por ustedes mismos los humanos.-
Sandra no había entendido más de dos o tres palabras entre tanta perorata y disimulando su incultura continuó interrogando, mientras a unos metros Pablito parecía comenzar a erguirse lentamente en una nube de moscas.
-¿Así que el alma se esfuma y listo?- Insistía la madre ignorando al chico.
-No entendió señora, ¡no hay alma que se esfume como se esfuma el humo de este cigarrillo!, usted nada más deja de ser -
El muchachito lisiado se iba levantando, con el auxilio de miles de puntitos negros zumbantes hasta quedar completamente de pie, sin el cochecito. Entrecerraba los ojos por temor a los bichos, pero sonreía eufórico al mismo tiempo. Y de repente fue capaz de dar un paso, luego dos…
-Y entonces, ¿¿qué somos antes de llegar al mundo?? Es decepcionante lo que me dice ¡Dios!- Gritaba Sandra, desesperada.
-Antes de nacer, y un poco después quizás…nada más que lo que la sociedad proyecte en el recién llegado. La conciencia no nace en el instante de la concepción, tan sobrevalorado por cierto, sino que se va construyendo gradualmente. En ese momento usted no era más que células amontonadas, un mero potencial. ¿No ve la delicada maravilla en esto? Piense simplemente lo fascinante y complejo que es el hecho de que usted venga de un par de seres humanos vivos y éstos a su vez vengan de otros y otros y otros más en una cadena de vida milenaria cuya rotura prematura hubiese significado que usted no existiera...
-Pablito caminaba ahora entre los arbolitos, no sin esfuerzo, su peso muerto era empujado y sostenido por el séquito alado mientras Dios hablaba.
-…al punto de que si pudiera ir hacia atrás en el tiempo, usted encontraría que tiene parentesco con todos los demás humanos y si sigue aún más atrás encontraría antecesores comunes con todos los mamíferos y más atrás con todos los vertebrados y más aún ¡con todos los seres vivos!-
Paso a paso Pablito pasó el naranjo…
-Y si siguiera retrocediendo descubriría una tierra niña donde lo vivo no se distingue de lo no vivo, ¿no es hermoso?-
…Pasó después el limonero que estaba por atrás del sendero, pasó el duraznero que estaba medio seco…
-¿¿Y antes??- Indagó una Sandra que con esfuerzo ocultaba el entusiasmo en su mirada. Tenía que elevar la voz, pues aunque ninguno de los dos pareciera notarlo, las moscas zumbaban estruendosamente.
-…Antes de la cuasi vida,- continuó en anciano -la tierra se formaba con fragmentos de estrellas muertas y colisiones con otros planetas y tormentas de cometas y asteroides, y aún mucho tiempo más atrás nacían los primeros cuerpos celestes y el mismísimo tiempo-espacio nacía, bajo influjos elementales que me son imposibles de explicarle ahora.
Pablito se tropezó con un enano de yeso, pero apelando a toda la fuerza del conjunto, las moscas lo alejaron del suelo y de repente se encontraba volando. El purrete se reía con toda la boca abierta y babeaba pero no se tragó ni una mosca. Así, surcando los aires cruzó el portón y se elevó cada vez más y más alto hasta que él mismo parecía una pequeña mosca de tan lejos que se lo veía en el cielo azul de San Francisco, San Francisco Solano.
-No, no, no…, un momento…, entonces- lo increpó Sandra, iluminada –usted bien podría no haber estado, usted…no hizo nada nunca entonces, ¡descansó desde el primer al séptimo día de la creación! Bue ¿A quién se le ocurrió que fueron siete días? ¡El mundo sigue creándose sin usted!
-Bueno, bueno, no es tan así. Allá donde le decía que comienza el espacio-tiempo, ahí posé mi mano yo, lo complejo siempre es creado por alguien inteligente…- Dios se inquietó, su deducción no tenía mucho sentido, ni siquiera para Sandra, quien dijo entonces:
-¿Necesariamente? ¿Cuánto va a pasar hasta que se encuentre una mejor respuesta? ¿No las hay ya? ¿Qué hay si el universo siempre existió?-
De los nervios Dios comenzó a toser otra vez y a mirar hacia todos lados, ¡se había acordado de Pablito!
-¡Su hijo señora…, no está en el carrito! Cof, cofhr- Vociferaba Dios mientras caminaba y se agarraba la cabeza, más desesperado por sentirse derrumbado y acorralado con preguntas que por la ausencia del muchacho.
Sandra seguía pensando que preguntar.
-¿Y a usted, entonces? Si todo lo complejo tiene que tener un creador ¡¿Quién carajo lo creó a usted?!- interrogó la mujer a un Dios que tosía agachado entre los árboles buscando al nene.
En ese momento se abrió la cortina y salió de la casa un hombre con cara de dormido y el pelo despeinado por la almohada.
-¿Qué es todo este quilombo?- Dijo éste, desperezándose.
-¡¡Él…, él me creó, coff, brooffhhg!! ¡Fue él! cof- Aulló Dios, rabioso apuntando al recién llegado. Y acto seguido salió corriendo arrebatadamente mientras se bajaba los pantalones, abrió el cerco y así semi desnudo se fue por ahí, tosiendo y gritando. Los perros sarnosos de la calle le ladraron sorprendidos y después se le metieron en el jardín a oler y mear todo.
Sandra giró y al ver el cochecito rojo vacío, le preguntó al hombre que medio dormido miraba la escena con indiferencia:
-Pablito, mi hijo ¿está adentro?

miércoles, 23 de diciembre de 2009

La alquimista

Esperé la
escolta al lecho
de querubines
lampiños
que robaran nuestro
almizcle vespertino
a bocanadas
y los faunos
que en el éxtasis
danzaran
ditirambos
dionisíacos
ebrios de
amanitas
venenosas
de tu verso
a las
ninfas
de manantiales
submarinos
que peinaran
con sal y esas
manos de nácar
tu melena parda
libaran tus pestañas
con besos lascivos
engendrar
unicornios indómitos
que borraran
las viejas ofensas
atroces
con el bálsamo marfil
de su adorno
erecto

y la cifrada delicia
fue el instante
desnudo al
descubrirte
sin tu magia.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Ácido amniótico

Esta es
la estocada final
del melastro
ninfático de la oruga.

Un feto
de diamante
se gesta
en su gamuza
andrógina.

Cuando
te acaricio
y florece
la pupa
carmín
de adormidera,
nace del hueco de
mi estomago
una pregunta,

pues vacío
permanece.

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Y tuvimos que olvidarlo...

Y tuvimos que olvidarlo...
...una y otra vez.